El taller de Vilma Villaverde en Capital Federal, Argentina está lleno de personajes. Piezas sanitarias, objetos industriales sobrios contrastan con figuras de personas en poses realistas, a escala natural. Más allá de la evidente maestría en el manejo de la técnica y el modelado se puede ver la expresión de los rostros, creados por alguien con profundo sentimiento.
Su primera formación en el arte es en la pintura, que posteriormente dejó por el trabajo tridimensional. Sus comienzos con el trabajo de cerámica los tuvo en el taller de Mireya Baglietto. Para Vilma, Mireya fue una maestra generosa que le enseñó mucho sobre materiales, esmaltes y técnica. Trabajó en su taller de 1970 a 1973.
En el año 1973 instala su propio taller. Del año 1978 a 1998, trabaja en el taller de Leo Tavella. Esto le da un impulso a su trabajo personal. Para Vilma, Leo es el ejemplo de un verdadero creador y un excelente maestro. Durante ese tiempo adquirió mucha libertad con su trabajo, aprendió a ensamblar piezas para poder lograr esculturas de mayor tamaño.
Por más de 15 años trabajó la cerámica y la talla en piedra al mismo tiempo. Personalmente sentía gran libertad con el trabajo de talla en piedra porque el proceso quita material. Con la cerámica, por ser un proceso de agregar material, requiere de mucha planificación. A pesar de esta desventaja con la cerámica, se alejó del trabajo de talla en piedra y hoy se desempeña solo como ceramista.La artista marca períodos muy claros en su trabajo personal. Como muchos ceramistas, en un comienzo creó vasijas, las cuales muestran un trabajo muy técnico. Vivió un proceso de transición de la vasija al retrato, del cual nunca regresó.
El retrato comenzó a trabajarlo a partir de fotografías antiguas. Se ven en muchos casos, grupos de personas conversando. Presta mucha atención al detalle en la ropa, al matizado de los colores que muestra la preparación en pintura y a la posición de escenas que se encuentran claramente preparadas como de fotografía de comienzos del siglo XX.
El día que probó utilizar un bidet comercial de baño para convertirlo en el corsé de una hermosa escultura, su trabajo cambió. Encontró en el objeto sanitario la libertad que había sentido con la piedra. Podía ver un mingitorio o un lavamanos de muchas maneras distintas. Incorporó estás piezas, que son el resultado de una cerámica industrial, a los cuerpos de esculturas de gran tamaño que ensamblan perfectamente con las partes moldeadas en el taller. En varios casos más allá de continuar formas, algunos trabajos muestran espacios negativos que toman el lugar de partes de la anatomía, creando seres con rasgos de fantasía.
Para Vilma, el objeto sanitario incorporado a la escultura fue como volver a la vasija. La sintió muy ligada al trabajo de alfarería por ser uno de sus gustos, aunque no lo practique. Su trabajo de escultura con piezas sanitarias muestra superficies de colores fuertes y acabados con gran cantidad de detalle y calidad.
Comenta acerca de una transición personal que tuvo a partir de un trabajo impresionista a uno realista. Los primeros retratos, trabajados de fotografías, muestran un acabado facetado conocido también como "golpe de herramienta". Un día, trabajando en los detalles de una mano, llegó a conseguir detalles de un realismo más fiel. Como ella misma lo describe: "Una vez que aprendí a hacer un ojo bien, me cuesta no acabarlo así otra vez."
Todo este detalle es necesario para obtener los rasgos de cada personaje. Le gusta que sus piezas tengan características de retrato. Que cada facción aporte algo para identificar al modelo. No son personas ideales, sino personas reales. Entre su trabajo se muestra la habilidad para captar los rasgos de las personas mayores, uno de los retos más grandes de la escultura. A pesar del detalle realista de sus piezas, Vilma no se considera una perfeccionista. Para ella es importante trabajar la pieza hasta donde se permita trabajar y dejarla ahí.
La mayoría de sus piezas por ser de gran tamaño muestran la maestría en unir las distintas partes. En varios casos ocupa elementos reales como ropa y guantes para disimular los cortes donde se unen las piezas. Escoge los colores en sus esculturas con el gusto personal que tiene por el realismo. Busca que haya armonía con el color del objeto sanitario escogido.
Su trabajo personal siempre ha sido de pieza única. Nunca ha trabajado con producción y le da gusto no tener que trabajar para una clientela. Su trabajo se desarrolla en un proceso creativo constante que va enlazando una pieza con la siguiente.
Para lograr una creación tan prolífica, Vilma comenta: "No tengo una posición muy intelectual hacia el trabajo. Pienso poco y trabajo mucho".
"No conozco el aburrimiento", dice en un cuarto rodeado de grandes piezas con poco espacio para caminar. Comenta que en un día normal, trabaja de corrido. Toma sus horas de taller con mucha seriedad y no le gusta perder el tiempo.
Sobre el proceso de cambio en su trabajo, comenta: "Todo estancamiento es un riesgo, pero los cambios deben ser sentidos, no casuales...No hay que cambiar por cambiar."
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